Thursday, November 04, 2010

Sueño I

El mar siempre ha sido mi mensajero, sus oleajes son manifestaciones del estado de ánimo de los astros; llaman mi atención como a los moluscos con su azote salino, sus piedritas cosquilleantes, su tensión superficial que engaña prometiendo soporte pero termina siendo profundidad absoluta. Las olas hoy están intranquilas, me sacan de esa meditación consciente que siempre realizo al atardecer... Mi madre aparece en la escena, me pide ir a un supermercado cualquiera; con un subterráneo amplio... afuera el manto de la noche lo cubre artificialmente ya que la luna anda escondida y los rostros siguen iluminados. Miro a los cielos y el miedo me invade, pero no por la ignorancia sino por el conocimiento de lo que pronto se vendría... Mi madre cubre su boca con una mano de silencio, busca con su cuerpo el calor del mío que siempre la protege como si ella fuera mi hija y yo su madre. Unos hombres en una puerta no permiten la entrada, la lluvia cae, la tierra se mueve... la gente no puede salvarse. Esos hombres no dejan la pasada a los condenados, yo tomo de la mano a mi madre e ingreso, voy con la decisión de matar si es necesario para cruzar esa puerta... pero los hombres me conocen o les soy indiferentes porque me dejar seguir mi camino... viendo hacia atrás noto como los demas hombres desaparecen bajo el manto de mar. Dentro del edificio las luces siguen encendidas... una persona me nombra dos ciudades conocidas que serán barridas por el agua, yo me sobresalto... no por la noticia sino al notar por un ventanal que un familiar mio sale disparado desde un auto al mar... Mi cuerpo astral se traslada a dicha playa, me acerco y ella va saliendo, me saluda... le indico que vaya a cierta ciudad y yo a la otra... nos desvanecemos... En una micro un hombre descontrolado parece ciego ante la muerta en esa ola que nos cubrirá con sus tres pisos de alto... Impresiona ante mis ojos la belleza de esa ola, tan cristalina y purificadora, su olor golpea mi nariz juguetona, invitandome a una muerte rápida... como los bañistas que están a lo lejos y son arrastrados a esas fauces que ellos sospechaban que existía, pero que nunca se atrevieron a aceptar... El dueño del bus no quiere parar, mi amenaza de golpearlo hace que detenga la máquina... nadie quiere salir, todos se rindieron, una lágrima cae de mis ojos al reconocer en ellos lo inevitable e inefable; me subí al techo del bus y escale un cerro... Mis manos se llenaban de tierra, las rocas lastimaban mis piernas, sólo sabía que debía subir, subir y subir, sin mirar hacia atrás... llego a un punto plano y sigo subiendo. Ya más arriba un hombre, un verdugo estaba oculto en una casa mirando al mar... sus ropas de cuero que debajan sus partes nobles al descubierto me estremecieron de miedo, no quería ser un condenado... me sonrie y me invita a observar por la ventana, me dice que no me alcanzará porque tengo otro asunto que resolver... Tomo mi celular, llamo a esa familiar y le digo: llegaste a la casa?, ella me responde: si, estoy a punto de escapar, veo la ola a lo lejos... ¿te saco algo? y le dije... hay un bolso de supervivencia en mi habitación, tómalo, tiene comida, mantas y agua... toma también mi bokuto... podría servirte. Nos vemos. Nos vemos... Mi corazón no sabe si llorar o gritar, el verdugo guarda silencio y se aleja como testigo de muerte... Una presencia aparece... me da la espalda y yo aparezco dándole la espalda a mi yo onírico, "Esta prueba ha terminado, despierta"... sólo lo miro como si fuera una presencia conocida, pero aún no se su nombre.

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